VERSION DE: OSCAR MÁRQUEZ LUNA
Cuenta la leyenda, que en los tiempos en que los dioses poblaban el mundo. La diosa de la tierra Coatlicue se encontraba barriendo la entrada de su templo en Coatepec, el cerro de las serpientes. En esa ocasión por un extraño sortilegio una pequeña bola de plumas de colibrí bajo flotando desde el cielo. Maravillada ante el suceso y encantada por el color de las plumas de la pequeña esfera. La gran diosa introdujo dicha esfera en su falda. Y en ese momento que encinta. La diosa no sabía que hacer pues era un evento humillante, no solo para ella, sino para sus numerosos hijos los Cenzonhuiznaga; los cuatrocientos del sur. Que no eran otros sino las estrellas y para su hija Coyolxauhqui la diosa de la luna. Se preocupaba por que seguramente la matarían para aliviar la desgracia que había dejado caer sobre sus cabezas. Justo cuando más preocupada estaba el pequeño ser que se engendraba le hablo y le dijo; madre, no debes temer, yo velare por tu subsistencia, nadie jamás podrá hacerte daño. Coatlicue se sintió mejor al escuchar las palabras del pequeño dios. Pero los Cenzonhuiznaga estaban enardecidos por el consejo de Coyolxauhqui, quien animaba a sus hermanos a tomar las armas, matar a su madre y reparar la injuria de la que eran objeto. Los Cenzonhuiznaga tomaron sus mejores armas y se prepararon para librar una gran batalla. Se pintaron, tomaron sus escudos, tensaron sus arcos y afilaron sus cuchillos. Así, se dispusieron acabar con la vida de la que era su madre y de su próximo hermano. Dime cuando estén próximos madre, dijo el pequeño dios, debes decirme en el momento indicado para que yo pueda defenderte. Coatlicue vio venir a lo lejos sobre las montañas vecinas a sus hijos armados hasta los dientes. Hijo mío, dijo la diosa están en el valle. Deja que se acerque más madre mía. Hijo mío, están subiendo el cerro de las serpientes. Deja que se acerquen aún más. Hijo mío, están próximos al templo. En ese momento Huitzilopochtli salió de su madre enfrentando a la vida. Nació y cortó sucordón umbilical, con el regalo que el más alto de los dioses le otorgo. El bastón de la Xiuhcoatl, la serpiente de fuego. Y con esa magnífica arma comenzó a destrozar a cuanto enemigo se le pusiera enfrente. Sus hermanos luchaban bravamente, pero la maestría de Huitzilopochtli los lleno de horror. Pues el pequeño dios, entre más mataba más poderoso parecía volverse; tomaba las armas de los caídos y las ocupaba para destrozar a alguien más. En algún determinado momento, los Cenzonhuiznaga comenzaron a huir despavoridos del nuevo dios. Pero esto fue inútil, pues Huitzilopochtli les dio cacería y los persiguió hasta encontrarlos a todos y destruirlos. Fue hasta el último instante en que Huitzilopochtli persiguió a Coyolxauhqui y ahí, de nuevo en la cima del cerro de las serpientes le dio muerte ayudado de su bastón Xiuhcoatl, decapito a su hermana y su cabeza y cuerpo fueron empujados hacia abajo. Mientras el cuerpo de la diosa caía hacia el vacío, su cadera se rompió por el golpe contra un cráneo y sus extremidades fueron desprendiéndose por los constantes golpes contra las piedras, mientras algunas serpientes morían enroscándose en las extremidades de la difunta diosa. Es así como el dios de la guerra Huitzilopochtli nació y comenzó a mostrar su superioridad ante los demás. Es por eso que la parte izquierda del antiguo templo mayor nos recuerda a Huitzilopochtli, simbolizando a su vez el cerro mítico de Coatepec, lugar del nacimiento del joven dios que se vuelve el sol invicto. El sol de mediodía.
Huitzilopochtli |
Fuente:
http://www.floresdenieve.cepe.unam.mx/veintitres/cepet-nguyen2-otogno-09.php
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